Reforma Arancelaria: impactos y contradicciones
Parte II – Cuando la protección industrial se convierte en un freno estructural
Del impacto operativo al impacto estratégico
En la Parte I se analizó cómo una iniciativa presentada en septiembre de 2025, seguida de una prórroga legislativa que aparentaba estabilidad hasta 2027, derivó finalmente en una reforma arancelaria aprobada y con entrada en vigor en enero de 2026.
Superada la discusión sobre el proceso legislativo, el análisis debe avanzar hacia una dimensión más profunda: el impacto estructural de esta reforma en la inversión, la competitividad y la viabilidad productiva de México.
La pregunta de fondo es inevitable:
¿Qué mensaje está enviando México a la inversión extranjera y a la industria manufacturera global?
El mensaje implícito al inversionista extranjero
El incremento generalizado de aranceles en 1,463 fracciones arancelarias, particularmente cuando las mercancías o insumos provienen de países sin tratado de libre comercio con México, transmite un mensaje claro al inversionista:
Si no existe un tratado comercial, producir en México será más costoso.
Para una empresa multinacional, esta no es una cuestión ideológica, sino financiera y estratégica. Cuando un proyecto deja de ser rentable por un aumento estructural de costos arancelarios, la consecuencia es directa: la inversión se pospone, se redimensiona o se traslada a otro país.
La pregunta inevitable: ¿cuál es el incentivo fiscal?
Desde una perspectiva, la reforma presenta un vacío relevante.
Si el Estado mexicano encarece la importación de insumos necesarios para procesos productivos, resulta legítimo cuestionar:
¿Qué incentivo fiscal, financiero o estructural se ofrece para compensar ese impacto?
A la fecha, no se observan mecanismos claros como:
Créditos fiscales compensatorios,
Estímulos directos a la inversión productiva,
Esquemas transitorios de mitigación,
Programas específicos que acompañen a empresas que no pueden sustituir insumos de forma inmediata.
El mensaje es desequilibrado: mayores cargas, sin contrapesos reales.
¿En qué año estamos y qué país es México hoy?
La reforma parece partir de una premisa que merece un análisis serio:
¿México es un país autosuficiente o un país en desarrollo profundamente integrado al comercio global?
La respuesta es clara. México no es autosuficiente en múltiples insumos estratégicos y su fortaleza histórica ha sido su integración a cadenas globales de suministro, su red de tratados y su papel como plataforma manufacturera.
Durante décadas, el propio Estado mexicano incentivó esa integración. Penalizarla ahora, sin una transición realista, implica romper estrategias empresariales construidas a largo plazo, no decisiones coyunturales.
La realidad productiva: insuficiencia de oferta nacional y brechas técnicas
Este punto resulta fundamental y, sin embargo, suele omitirse en el discurso público.
La industria manufacturera y maquiladora establecida en México no enfrenta únicamente un tema de costos, sino de disponibilidad real de insumos nacionales con las especificaciones técnicas requeridas. En múltiples sectores estratégicos no existe producción nacional suficiente, ni en volumen ni en calidad, para abastecer de manera continua a las grandes empresas.
En la práctica, muchas operaciones productivas requieren:
Especificaciones técnicas altamente especializadas.
Estándares de calidad internacional, pruebas y homologaciones.
Certificaciones técnicas, ambientales y de seguridad.
Capacidad productiva constante y escalable, con trazabilidad.
Cumplimiento de normas exigidas por mercados internacionales.
Estas condiciones no siempre están disponibles en el mercado nacional, no por falta de voluntad, sino por limitaciones estructurales que no se corrigen mediante un incremento arancelario.
El error de asumir sustitución inmediata
La idea de que el aumento de aranceles generará una sustitución automática de importaciones parte de un supuesto económica y jurídicamente insostenible.
La sustitución de insumos:
No es inmediata.
Requiere años de inversión, desarrollo tecnológico y transferencia de conocimiento.
Depende de certidumbre regulatoria y financiamiento.
Mientras ese proceso ocurre —si es que ocurre— las empresas no pueden detener su operación, ni sacrificar calidad, ni incumplir contratos internacionales. Penalizar la importación de insumos para los cuales no existe una alternativa nacional viable equivale, en los hechos, a castigar la producción instalada en México.
Impacto desigual: multinacionales vs. empresas nacionales
Existe además un impacto asimétrico que debe reconocerse.
Las empresas multinacionales y maquiladoras:
Generan miles de empleos formales.
Pagan salarios y prestaciones por encima de la ley.
Invierten en capacitación, infraestructura y tecnología.
Cumplen estándares internacionales de cumplimiento.
Mientras tanto, una parte importante de la micro y pequeña empresa nacional:
Opera con márgenes reducidos.
En muchos casos cumple únicamente con lo mínimo legal.
No siempre garantiza estabilidad laboral ni crecimiento sostenido.
El cuestionamiento es válido:
¿Se pretende desincentivar a quienes hoy sostienen buena parte del empleo formal y la competitividad industrial del país?
Protección industrial vs. exclusión de la industria global
Proteger la producción nacional es un objetivo legítimo.
El problema no es el fin, sino el medio elegido.
Elevar aranceles de manera generalizada:
No crea proveedores nacionales de la noche a la mañana.
No sustituye tecnología.
No genera capacidades productivas automáticamente.
Por el contrario, puede:
Provocar la salida de inversión extranjera.
Desplazar proyectos hacia otros países.
Reducir la posición de México en cadenas globales de valor.
La pregunta incómoda, pero necesaria, es esta:
¿Se está apostando por una protección industrial que termina excluyendo a la industria global instalada en México?
La dimensión jurídica internacional
Desde el punto de vista legal, también surgen interrogantes relevantes.
México es miembro activo de la Organización Mundial del Comercio, cuyos acuerdos establecen principios de no discriminación, previsibilidad y estabilidad arancelaria.
Diversos compromisos internacionales limitan incrementos abruptos de gravámenes que afecten flujos comerciales consolidados, lo que abre la puerta a:
Debates de compatibilidad internacional,
Controversias comerciales,
Riesgos de represalias indirectas.
El contexto global: cadenas en reconfiguración
En un momento en que el mundo impulsa nearshoring, friend-shoring y diversificación, México parece enviar una señal contradictoria:
Incrementa costos,
Genera incertidumbre,
Penaliza relaciones comerciales históricas, incluso con países con los que existe cooperación estratégica, aunque no un TLC formal.
Reflexión final
La reforma arancelaria no es solo un ajuste arancelario.
Es una decisión de política pública que impacta directamente en:
La percepción de México como destino de inversión,
La viabilidad de proyectos manufactureros,
El futuro de la industria IMMEX y maquiladora.
Encargarle a la política arancelaria la tarea de resolver problemas estructurales de la producción nacional es una estrategia de alto riesgo.
Sin insumos adecuados, sin proveedores certificados y sin capacidad productiva suficiente, no hay sustitución posible, solo pérdida de competitividad.
El verdadero reto es proteger sin aislar, incentivar sin castigar y desarrollar proveedores nacionales sin expulsar a quienes hoy generan empleo, inversión y valor agregado en México.
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